¿Alguna vez has escuchado el término body shaming? Probablemente no pero eso no significa que no lo hayas vivido o incluso practicado pues es, lamentablemente, una practica muy común todavía en estos tiempos aunque, afortunadamente, ya se esté abriendo la conversación al respecto.
Empecemos por esclarecer la principal duda:
¿Qué es body shaming?
La traducción literal sería algo así como Vergüenza-Corporal o Vergüenza-Sobre-Tu-Cuerpo y el término se utiliza para nombrar a la acción de realizar comentarios peyorativos acerca de la apariencia física de alguien más. En resumidas cuentas, se trata de hacer sentir mal a alguien por su cuerpo y esto casi siempre es aplicado a gente con sobrepeso o que simplemente no cumple con los estándares de belleza impuestos por nuestra sociedad actual.
Ahora bien, ya tenemos clarísimo que el body shaming se trata de burlarse, insultar o criticar a alguien por su físico pero la cosa no es tan sencilla. Justo ahora podrías estar pensando “bueno, a mí nunca me han insultado por mi físico, no voy por la calle y me gritan, ni me han humillado nunca por tener sobrepeso”. El body shaming siempre es violento, pero no siempre es evidente o explícitamente violento, sí, hay ocasiones en las que se manifiesta con insultos y agresiones directas pero también existe la otra cara de la misma moneda: los insultos pasivo-agresivos, los comentarios no pedidos o incluso la postividad-tóxica y la demanda por un estado físico “óptimo” a las que estamos constantemente expuestos.
Pero entonces,
¿Cómo sabemos cuándo estamos haciendo o sufriendo body shaming?
Creo que todos, flacos, altos, con panza, sin panza o bajitos hemos llegado a sufrir alguna vez de body shaming, seguro has escuchado alguna vez una de estas frases: “Deberías hacer más ejercicio”, “Muy bonitos tus músculos pero les falta definición”, “¿Qué te panzó?” o incluso frases como “Vaya, qué bueno que ya bajaste de peso”. Tal vez no todas esas frases parecieran insultos, pero sí tienen algo en común: Todas emiten un juicio sobre tu apariencia física y lo creas o no, pueden tener un efecto severamente negativo en tu autoestima y autoconcepto.
Idóneamente con una autoestima bien fortalecida podríamos combatir efectivamente los estragos de estos comentarios, pero la realidad es que no todos tenemos una autoestima de acero y un trabajo introspectivo tan bien realizado como para poder permitirnos hacer caso omiso de esos comentarios.
¿Cómo nos afecta?
De muchas formas, le afecta a una persona con sobrepeso que se siente mal por la figura de su cuerpo, aunque su salud no esté comprometida, le afecta a una persona delgada que por más que quiere no puede ganar peso porque su cuerpo no está diseñado para eso e incluso a una persona musculosa que nunca se sentirá satisfecha con su cuerpo porque siempre se nos exige una perfección a la que nunca podremos acceder.
¿Entonces no hay una forma de evitar el body shaming por completo?
Cometemos el error de pensar que “ahora no podemos decir nada” y que “todo lo toman a mal” pero hay una regla muy simple que podría ayudarnos a erradicar por completo el body shaming de nuestras vidas: Cuando se trata del cuerpo del otro, si no pidieron tu opinión, no la des.
Puede ser que tu intención no sea ofender a nadie con tus comentarios, pero tú no sabes cómo es la percepción del otro sobre su cuerpo ni qué tanto podría afectar emocionalmente a la otra persona lo que digas sobre su apariencia, estamos tan acostumbrados a pensar que lo correcto sería ser delgados y tener un cuerpo marcado y/o musculoso y tenemos tan ligado el concepto de Salud con el de Belleza entendida como cuadritos y despampanantes curvas que nos parece impensable que otros tipos de cuerpos sean igual de bellos, válidos y saludables.
El body shaming nos afecta a todos porque esta presente en todos lados, en portadas de revistas, en las series que vemos, en los memes que se mofan de la gente muy delgada, en los comentarios que nos hacemos constante y lamentablemente en nuestras propias voces internas que nos taladran con ideas que sólo nos hacen sentir siempre inconformes con nuestro cuerpo.
¿Hay una forma de salir de ahí y acabar con esto?
Sí, deconstruyendo nuestros discursos internos, trabajando en aceptarnos tal cual somos, evidenciar la violencia en las opiniones no requeridas de otros, pero sobre todo fomentando discursos más amables entorno a nuestros cuerpos y entendiendo que la belleza no está sólo en un tipo de cuerpo sino en la infinita diversidad de formas que existen.
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